Las Organizaciones de Investigación Académica en Latinoamérica
Dr. Jhonny Beltrán
El presente texto se constituye en la opinión personal del autor, emitida con base en su experiencia y en su interpretación de fuentes bibliográficas.
Las Organizaciones de Investigación Académica -ARO- (Academic Research Organizations), podrían definirse como aquellas que disponen de los recursos humanos y tecnológicos que les permitan afrontar iniciativas específicas de investigación, y que están normalmente vinculadas a universidades o instituciones académicas.
En el contexto de la investigación biomédica, se podrían considerar como AROs a varios prototipos de organización
- Institutos o centros universitarios creados expresamente con tal fin
- Hospitales universitarios o centros médicos con divisiones autónomas de investigación.
- Organizaciones que se dedican a la prestación de servicios formales en investigación.
Al existir una brecha significativa entre la realización de actividades de investigación y la capacidad de generar nuevo conocimiento de acuerdo a unas necesidades existentes, se puede excluir de la definición a aquellos centros médicos dedicados exclusivamente a la conducción de estudios clínicos patrocinados, pero incapaces o no interesados en involucrarse en el desarrollo significativo de la investigación, o a aquellas organizaciones educativas en donde se imparten cursos o formación en epidemiologia o investigación, pero que no participan de la producción de nuevo conocimiento de manera consistente o significativa.
Tradicionalmente, y en contraposición a las AROs, existen también las organizaciones de Investigación por Contrato –CRO- (Contract Research Organizations), las cuales nacieron de la necesidad de suplir toda la cadena logística necesaria para el desarrollo de un ensayo clínico que va desde el desarrollo de un medicamento hasta que se hace disponible para el médico tratante y su paciente. Estas pueden prestar toda una gama de servicios, que van desde el diseño hasta la escritura de textos publicables. Sin embargo, contadas incipientes iniciativas, en nuestro medio se comportan más como mediadores o negociadores de los patrocinadores de la industria, limitándose a la vigilancia de la ejecución de un proyecto, sin darle demasiada importancia o contar con divisiones destinadas a la conducción o apoyo de la infraestructura investigativa local.
La existencia de organizaciones tan heterogéneas puede verse de manera diferente en nuestro medio o en el contexto de un país muy desarrollado. En el medio norteamericano o europeo se podría interpretar como una “división de tareas”, en la que cada uno de los actores asume un rol en un medio altamente especializado e interrelacionado. En el medio latinoamericano, se puede percibir a los diferentes actores del proceso investigativo –gobierno, industria privada, instituciones académicas, servicios de salud y profesionales–, como entes separados para este fin, tan diferentes que no se pueden interrelacionar.
Y es en este escenario que en Colombia, las universidades, las organizaciones científicas y los hospitales universitarios deberían jugar un papel más importante en la comprensión y manejo del proceso investigativo como un todo, propendiendo porque los aportes de todos los actores puedan conjugarse para avanzar en el desarrollo del país.
Numerosas instituciones académicas en el mundo desarrollan investigación en respuesta a problemas. Organizaciones como el Harvard Clinical Research Institute (HCRI) se precia de conducir estudios impactantes, de alta calidad, que mejoran el cuidado del paciente y permiten actualizar las normas que rigen la salud pública y los estándares de tratamiento. Este tipo de instituciones disponen para ello de todo un armamento tecnológico y de recursos económicos, y no se cierran a ninguna de las fuentes posibles de financiación. En el competitivo medio académico norteamericano o europeo, si bien existe la diferenciación entre investigación propia y patrocinada por la industria, nunca ha existido el prejuicio de considerar a la investigación propia como “carente de patrocinador” y por lo tanto, independiente en un sentido ingenuo.
Lamentablemente en nuestro medio, las organizaciones de naturaleza académica, celosas de una supuesta independencia científica y en ocasiones esclavas de las métricas de publicaciones, han ignorado, o desconocen la forma de interactuar adecuadamente con el sector real, lo que les impide un mayor acceso y aprovechamiento de recursos provenientes de fuentes diferentes a las institucionales o gubernamentales. No es inusual que los directores de facultades de medicina u hospitales universitarios, así como algunos líderes científicos en nuestro medio, se refieran a la investigación clínica patrocinada como una simple maquila sin valores agregados.
Este celo académico, que en la aldea latinoamericana puede estar influido por prejuicios anti-imperialistas o por una visión arcaica del desarrollo científico, ignora la necesidad moderna de trabajar en redes para lograr nuevos avances. La idea de que la ciencia sigue siendo construida en solitario por genios como Pasteur o Fleming puede ser tanto incorrecta como destructiva. Es cierto que nuestros países deben tener un juicio crítico a la hora de decidir participar en las grandes investigaciones patrocinadas por la industria, pero es necesario juzgar el panorama completo en el contexto adecuado. Si bien la investigación clínica patrocinada por la industria internacional tiende a atender asuntos endémicos de los países desarrollados (hipertensión, obesidad, enfermedades cardiovasculares o cáncer), al tiempo que emplea a nuestros pacientes como sujetos de estudio, también es necesario tener en cuenta que:
- Las enfermedades no transmisibles han dejado de ser un problema únicamente de los países desarrollados, para constituirse también en asunto grave en Latinoamérica.
- La no participación en los grandes ensayos multinacionales puede redundar en una ausencia de evidencia acerca de la seguridad y eficacia de los medicamentos en nuestras poblaciones.
- Difícilmente hay otro entorno más útil para que el médico clínico pueda afianzar el método científico y los conceptos epidemiológicos que el de los ensayos clínicos aleatorizados.Es poco dudoso que la participación en estudios altamente controlados y monitorizados permite adquirir una experiencia que puede extrapolarse a la realización de estudios locales. Aspectos metodológicos, logísticos y éticos tales como la aplicación del consentimiento informado, el manejo de formatos electrónicos de reporte de casos y la estructuración de bases de datos complejas son temas que el médico latinoamericano en formación suele aprender de una manera artesanal, pero que pueden ser demandantes y altamente complejos. Los contactos y las oportunidades de aprendizaje que se generan en la interacción del personal académico, clínico y administrativo involucrados en la conducción de un estudio internacional se pueden reinvertir en la creación de espacios y capacidades para diseñar, ejecutar y analizar estudios locales de alta calidad, lo que unido a la experiencia del clínico le puede dar a todo esta receta un sabor a maestría. Y de paso se pueden generar empleos y recursos económicos.Las AROs más importantes del mundo generan un alto impacto. Prestan servicios al interior de la comunidad universitaria y venden servicios a patrocinadores externos altamente exigentes. Son profusamente multidisciplinarias y entregan soluciones a los problemas reales de la humanidad. Si bien es cierto que para que las AROs de nuestros países logren el tamaño necesario que les permita asumir roles protagónicos a nivel mundial, deben primero dar soluciones a las necesidades locales, no por eso deben aislarse o dejar de aprender de otros modelos, algunos importados del sector real, o de reconocer que en la ciencia existen también intereses económicos que son necesarios, pero regulables.
Al fin y al cabo, como dice Francisco Cajiao en su columna de opinión del diario el Tiempo del 2 de Mayo de 2016 “Las recomendaciones de la OCDE”, es mejor estar en el grupo de Estados más desarrollados que persistir en el dudoso mérito de estar entre los más desiguales.